jueves, noviembre 12, 2009

Primer onubense que cruza el Estecho

Eduardo Orta

Publicado por El Coronel en 9:56 02 octubre 2009

Hoy ha sido uno de los días más felices de mi vida. Nunca había deseado algo con tanta intensidad y durante tanto tiempo. Todo empezó en Noviembre de 2007, cuando en compañía de Marga decidimos pasar una noche en Tarifa, nos acercamos por curiosidad al puerto y cuando contemplé desde las murallas esa vista, cuando vi Africa como sólo se ve desde allí, me quedé muy serio y pensativo. Marga me miró y dijo: “No…..” Yo le respondí: “Sí….”

A las 48 horas nos fuimos a Málaga, la espalda dijo que ya no me aguantaba más, los dolores se habían instalado en mi vida y operarse era la única solución. Sellarse tres vértebras (sacro y lumbar) con fijaciones de titanio de 15 cm era lo de menos, lo delicado fue firmar un documento, anexo al clásico de la anestesia, en el que se especificaba que asumía un 24% de posibilidades de quedarme en una silla de ruedas. En mi condición de abogado era aún más consciente del riesgo de las cláusulas que estaba consintiendo. Firmé. También recuerdo los tres días siguientes (y sus noches…) en las que le pedía a la enfermera más morfina. “Soy abogado… yo asumo todas las responsabilidades”, suplicaba. Evidentemente pasaron ampliamente de mí. Fueron momentos muy dolorosos. Pero yo coloqué en el cabecero una foto con mi traje de neopreno y les decía a todo el mundo que iba a cruzar el estrecho, que lo había decidido hace dos días. La ignorancia en sus sonrisas benevolentes comenzaron a alimentar esta idea.

La rehabilitación fue durísima, no aconsejo a nadie meterse hierros salvo que se encuentre en una situación extrema, voy a hacer dos años con ellos y me acompañan y me recuerdan a diario su existencia.

Trece meses me marqué como entrenamiento continuado y en serio. Sólo había un plan. Tocar suelo africano. He nadado un día sí, otro no, durante ese tiempo. Nada me paró, los meses iban transcurriendo, alrededor de unos 700 km a mis espaldas, yo creía en lo que estaba haciendo y la constancia era el éxito, sabía que había que entrenar, sin excusas, con dolores, había que entrenar. Comprobé que la fuerza debe partir de uno mismo y cuando lo comentaba, la gente simplemente se reía y no me creían y eso me volvía a hacer más fuerte. Entrenamiento, descanso y alimentación, esos eran mis pilares. Y José Antonio Peguero, el mejor masajista de Huelva.


Y llegó el 30 de Septiembre de 2009. Nunca pensé que fuera tan complicado que me dejaran intentar cruzar el estrecho de Gibraltar. Capitanía Marítima, las autoridades marroquíes, permisos… y sobre todo el Levante que se instaló este Verano prolongaban agónicamente la espera. Llegué a darlo por perdido, las aguas se iban a enfriar… pero sonó el teléfono y me dijeron que si estaba listo. Por supuesto que lo estaba. Salimos pitando a Tarifa. Un barco de referencia y una zodiac pegada a mí, comida para no desfallecer y ….. a nadar, a nadar. Salimos de tierra y a los pocos segundos me quedé sin aire, no puede ser, mi capacidad pulmonar es brutal, me hice pruebas la semana pasada. La ansiedad acumulada, varias noches durmiendo poco y mal, no lo se. Menudo panorama me esperaba. ¿Estás bien? me gritaban los de la zodiac. Estaba como dentro de una botella, no tenía oxígeno y llevaba unos 30 metros!!! Y me acordé de mi gurú Carlos y por poco no me pongo a hacer yoga con los pulgares levantados. Repasé el manual de “como no ahogarse en el estrecho” y tiré p´alante. Sonaban los Beatles y su “Let it be” y pensé que debía ser más que suficiente.

Ahora sólo quedaba nadar, y nadar, y nadar. Las gafas las tenía rayadas a propósito, no quería ver bicho alguno, era lo que me faltaba. Dicen (yo no lo ví) que a las tres horas unos delfines se pusieron a jugar conmigo y que uno de ellos desvió su rumbo cuando iba directo a mí. Me topo con eso y el infarto estaba asegurado. Paraba muy poco, giraba 360 grados y pensaba que nunca había visto y sentido algo tan bonito en mi vida. Los barcos eran monstruos enormes, impresionantes cargueros, avanzaban poderosos en el agua y nos empequeñecían. La música del mp3, seleccionada meses antes, era mi apoyo, me ayudaba a marcar ritmo y me evadía del sufrimiento. No entraba en el guión, pero a mitad de trayecto apareció en mi cabeza mi hermana Lourdes, perdí el control y me puse a llorar, las gafas se empañaban y me dio fuerzas para seguir. No puedo describir la intensidad ni los sentimientos que me rodearon esas horas, lo guardo para mí. Josechu me decía hace un año que estaba loco, y yo sonreía en el agua acordándome de él, y de Quique chico, y de tantos que ya no están… A las 4 horas entró una corriente de agua fría que penetró el neopreno y que pensé que podía acabar con la hazaña, menos mal que duró una media hora, eterna. Los del barco (Fede, Manolo, Begoña, Eduardo y Marga) gritaban y animaban todo el tiempo, Huelva estaba presente, pero yo no me enteraba de nada. Poco antes de las 5 horas estaba llegando a la costa africana, sonaba “Rocky 1” y me acordé de JL junior, me regalaba un abrazo y su sonrisa y sprinté poseído por una felicidad propia de lo que algunos se fuman y procede precisamente de donde yo iba.

Y llegó lo inesperado, el mar se empezó a mover bruscamente, las olas me daban en la cara, un barco se iba a la izquierda, la zodiac a la derecha, no me lo podía creer, estaba a 200 metros! una corriente apareció en 20 segundos y no me dejaba avanzar. Se acercó un tripulante y me dijo: “quillo, esto se está complicando, aprieta” (frase para la historia). Yo no entendía nada, ¿que apriete? ¿el qué? Llevo casi 5 horas, estoy exhausto, liquidado, no puedo! Cambiaron el rumbo a otro lugar. Me quería morir, después de más de 15.000 brazadas y 18 Km no podía con el mar. Apreté los dientes y seguí nadando, sólo un pensamiento, había que llegar. Sinceramente pensé que todo estaba perdido, pero a las 5 horas y 12 minutos toqué tierra. Caí como un saco sobre la roca. Me levanté y quise andar y los pies no me obedecían, se me vino todo lo vivido encima y me eché a llorar, encima de la roca.
Fue un estado de felicidad absoluto, nunca viviré nada parecido. Subí al barco y sólo quería abrazar a Marga, arroparme como un niño en ella, había sido mi referencia en todo momento y nos fundimos sin apenas decir nada. Cuánta satisfacción.

Son las 6 de la mañana, apenas he dormido, sigo en Tarifa un día más y estoy viendo el mar desde aquí. No me lo creo. Lo conseguí. Y soy muy feliz.

Fotogafías de Eduardo Orta y Federico Pérez.
Narrativa de José Luis orta

2 comentarios:

Anónimo dijo...

TODO UN CAMPEÓN!

Unknown dijo...

CIERTOOOOO y sin tanta parafernalia como otros. Me siento orgullosa de él